dilluns, 2 de juny del 2014

Joan Pere le Bihan: "La refranquización de España"

Durante el período en que el movimiento independentista vasco hizo uso de la violencia, el discurso del estado era muy sencillo: no podemos escuchar las reivindicaciones de los vascos porque son apoyadas y por tanto, deslegitimadas por el uso de la violencia. Esto permitía al estado de escudarse tras la defensa de la democracia para negar las aspiraciones del pueblo vasco, aunque el PNV ganara democráticamente las elecciones vascas. Los gobiernos del estado contaban que se podía hablar de todo pero sin la amenaza de las armas…

El catalanismo, en cambio, se ha caracterizado siempre por la lucha pacífica y democrática, a base de debates, de comprobaciones: nadie ha planteado nunca seriamente un enfrentamiento armado con el gobierno español. Poco a poco, a base de información, particularmente sobre la cultura y la lengua catalanas por un lado y sobre el creciente déficit fiscal por otra parte, se han ido haciendo patentes, para todos en Cataluña, dos aspectos:

- Que la lengua catalana y su cultura habían sido reprimidas o desterradas ( según el período histórico ).

- Que el déficit fiscal no afectaba sólo a la burguesía sino también, y quizá sobre todo, las clases más modestas de la sociedad.

Más allá de la lengua hablada en casa, se ha ido construyendo en Catalunya una sociedad basada sobre la información de todos que ha facilitado la convivencia con los catalanes de raíz de las diversas comunidades venidas de fuera de Catalunya. Una sociedad más democrática (aunque perfectible, evidentemente ) se iba construyendo. Mientras tanto, en el resto del estado, los diversos poderes (a menudo fácticos ) empeñaban en que la Comunidad Catalana era una autonomía más como podía ser Castilla – La Mancha .

Una realidad social plural se iba construyendo en Catalunya, esta realidad era ocultada, camuflada a los ojos de la mayoría de habitantes de España, por la red de autonomías que cubría el territorio de todo el estado. La sociedad española mantenía, a su manera, bajo un barniz de democracia, las estructuras de estado y de poder que Franco había consolidado.

La manifestación del Once de Septiembre de 2012 puso fin al espejismo. Embelesados, sin podérselo creer, los poderes estatales descubrieron que Catalunya era una nación (evidentemente, no lo confesarán) no sólo porque lo dijera el presidente Pujol o el Parlamento de Catalunya, sino sobre todo porque esta nación se manifestaba públicamente en la calle mostrando una sociedad radicalmente diferente a la española. Esta sociedad, como ya hemos dicho, no incluye solamente los catalanes de raíz sino el conjunto de la población en su diversidad.

Esta sociedad pacífica deja sin argumento la monarquía “democrática” española: en Catalunya no hay terrorismo (se han podido oír voces españolas intentando a la desesperada asimilar el proceso catalán con el vasco diciendo : Al fin y al cabo quieren lo mismo).

El problema para el gobierno español es que la ley antiterrorista aquí no sirve y la defensa de la democracia ha cambiado de bando y he aquí que sacan el arsenal dejado por el franquismo en la “constitución”, en particular el artículo 8 (ya se han oído militares o asociaciones de militares invocándolo); paralelamente el odio hacia Catalunya ha ido fomentando a través de muchos medios de comunicación españoles a menudo basado en argumentos cripto-franquistas que , evidentemente ya no corresponden a las sociedades del siglo XXI .

¿Como se entiende que muchos castellano hablantes se adhieran al derecho de decidir?

Porque aquí han descubierto que los agravios hacia Catalunya los afectaban también a ellos, por un lado, y por otro lado que, como el resto de catalanes, tienen la oportunidad de construir un estado democrático que no sea envenenado por la herencia franquista. Sobre todo porque para combatir el proceso, el gobierno de Madrid, se encuentra abocado a utilizar el vocabulario heredado de la dictadura: la indisoluble unidad de España, en contra de un proceso del que, a pesar de los intentos de minimizar la asistencia a la Vía Catalana, no pueden ya negar el carácter masivo y democrático. El partido Ciutadans -o más bien Ciudadanos- ya hace tarde para democratizar una España que ya no puede ser una nación de naciones. Además se ve obligado a seguir (o acelerar ) los pasos del PP a favor de la “unidad de España” que, evidentemente para ellos, sólo se puede hacer en castellano.

Mariano Rajoy, más allá de sus creencias personales, está empantanado entre los valores franquistas españoles que, de hecho, lo han elegido, y la necesidad de mantener un barniz democrático en el marco de la Unión Europea. Esta situación explica su inmovilismo: si deja votar se pone en contra la sociedad española educada por el franquismo que, como decíamos , lo ha elegido . Si no deja votar deja patente, a los ojos de la Unión Europea, que ante una situación de crisis grave no permite que se resuelva por la única vía democrática posible: las urnas. Está atado de pies y manos. Sólo le queda el ahogo económico de la Generalitat para intentar montar la población catalana contra su propio gobierno para las decisiones impopulares generadas por este ahogo. ¿Se dejará engañar la población? Una parte sí, pero le queda el recurso de votar a favor de partidos independentistas de la oposición, una parte no, ya que todos, o casi, a estas alturas le ven el plumero a la Moncloa que, en plena crisis, quiere jugar con la miseria de la gente por tacticismo político.

Añadamos que muchos demócratas españoles de Catalunya, desencantados por la actitud del principal partido de oposición español que pasivamente apoya al inmovilismo de Rajoy (a pesar de algunas gesticulaciones sobre una más que improbable reforma de la “constitución”) ven la oportunidad de afirmarse como republicanos en el marco de un estado nuevo. De una cierta manera, las dos Españas se separarían: una catalana y democrática, la otra heredera de Francisco Franco.


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