Cataluña siempre ha sido tierra de oportunidades y lo vuelve a ser especialmente ahora, si construye su propio Estado
Jofre Llombart. Periodista
Sería muy difícil hacer una versión real de la película Ocho apellidos catalanes. Como centenares de miles de catalanes, yo no serviría, no los tengo. Mi abuela era de Aragón. Uno de mis bisabuelos de La Rioja. Otro, de Andalucía. Tenía familia en Elche. Todos acabaron viniendo a Cataluña, lo cual, generación tras generación demuestra que es una tierra de oportunidades y de acogida. Históricamente, Cataluña siempre ha sabido superar los retos que se le han ido planteando, pero especialmente cuando ha liderado ella misma este reto: la Revolución Industrial es un buen ejemplo de ello.
Ahora Cataluña está demostrando que también es capaz de superar una crisis y de liderar otro reto. A pesar de que el ministro Margallo pronosticó que el simple hecho de discutir sobre la independencia traería pobreza a Cataluña, nuestro país ya crece económicamente a un ritmo superior al del Estado. Es aquí donde se invierte más capital extranjero de toda la península, y la tasa de desempleo juvenil, aun siendo muy alta (32 %), es sensiblemente más baja que la media española (42 %). Ahora Cataluña tiene un nuevo reto: el de decidir si quiere tomar las riendas de su destino. En el año 1949, cuando nació mi padre, la ONU tenía 59 países miembros. Actualmente tiene 193. ¿Pero no habíamos quedado que vivíamos en la época de la globalización? ¡Y tanto! Pero la historia nos demuestra, cada vez más, que cuanto más próximos están los gobiernos a sus ciudadanos, más ágil, competitivo y lleno de oportunidades es ese nuevo país.
Si consideramos los datos del 2014, 2015 y 2016, Cataluña ha demostrado, simplemente cruzando población activa con inversiones, que el país tiene capacidad para generar riqueza, ocupación y distribuirla mejor. Lo que no tiene Cataluña es capacidad política real para convertir estas oportunidades en leyes. Una normativa que se adecue más y mejor a la realidad productiva de Cataluña: más enfocada en las pequeñas y medianas empresas y menos en las grandes corporaciones, más enfocada en el emprendimiento y no pensando en los subsidios públicos como forma de vida, sino como ayuda real cuando es necesario. En definitiva, leyes que permitan combatir el desempleo premiando la contratación juvenil o la retención de talento que ahora tiene que marcharse al extranjero. Por cierto, en este punto conviene recordar que ni los gobiernos del PSOE ni los del PP han cumplido nunca la sentencia del Tribunal Constitucional que obliga al Estado a traspasar las becas universitarias a la Generalitat, como han reclamado los diferentes gobiernos catalanes, con la voluntad de incrementarlas de manera significativa.
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