1. Hace unos años, los independentistas dudaban y los unionistas no. Los primeros soñaban un escenario que veían improbable (e incluso impracticable) y los segundos estaban instalados en la seguridad y la certeza que su vía era la única posible. Hoy los independentistas no dudan y los unionistas vacilan. Hasta el más acérrimo defensor del status quo sospecha que las cosas no pueden mantenerse como hasta ahora.
2. El independentismo ha atraído la inteligencia del país. Los profesores universitarios, los economistas, los periodistas, las profesiones liberales, las clases medias urbanas son abiertamente independentistas. No es un reducto friki, sino un think tank que elabora escenarios, proyectos, argumentos. Que fabrica ideas. De hecho, la mayor parte del talento catalán es partidario de la independencia.
3. Contrariamente a la visión externa, el proceso ha sido claramente bottom - up. No es un plan urdido en el Palau de la Generalitat, sino un movimiento ciudadano que ha eclosionado después de un estado latente. Una parte muy importante de la sociedad se ha organizado, ha trabajado y ha forzado al Gobierno a dar un paso que no deseaba dar. No es la apuesta de unos partidos, sino de una sociedad.
4. El independentismo ha usado las redes sociales de forma muy hábil. Ocupan la red de forma natural, crean vínculos muy tupidos, densas conexiones de intereses comunes y comparten virales, argumentarios y críticas. Creo que la independencia es un proceso esencialmente 2.0, porque esta lógica bottom - up sería mucho más complicada sin una estructura en red. Los trending topic, los hashtag que triunfan y los vídeos virales son siempre independentistas. De hecho, la principal sorpresa es el absoluto silencio de la otra orilla, el vacío en la red del no.
5. El catalanismo es un proceso transversal. Campesinos, clases medias, botiguers, personas en paro, Pérez, Pujol, Martínez, Puig, Hassan, radicales antisistema, neoliberales conservadores, socialdemócratas, democristianos... Tal vez ésta sea una de las debilidades más evidentes, porque no es posible articular un proyecto compartido más allá de la proclamación de un nuevo estado. Pero se ha creado un compromiso tácito de prioridades: Primero, el estado y luego, todo lo demás.
6. La televisión y la escuela sí han participado en este proceso. Ambas están alineadas desde hace tiempo en esta dirección. Como todas las escuelas y todas las televisiones del mundo tienen un relato. Todas las televisiones optan por una determinada visión ideológica y todas las escuelas deciden unas opciones y por tanto renuncian a otras. En algunas ocasiones, me ha molestado un determinado discurso en un programa de radio pública o podría poner alguna enmienda a un texto puntual de un libro escolar de historia.
Pero son notas a pie de página. Es absurdo considerar que hemos llegado a este punto porque ha habido un lavado de cerebro colectivo. Y no solo porque la cuota de pantalla de TV3 no llega al 20%. Si esta hipótesis fuese cierta, los 40 años de manipulación fascista habrían borrado cualquier rastro de catalanidad.
7. Una parte de los independentistas aceptan la versión del Dorado: Todo va a ir bien después del 9 de noviembre. Pero la mayoría de ellos son conscientes de los obstáculos. Hasta el más militante admite que habrá una transición convulsa y no son pocos los que admiten que Cataluña no entrará en la Unión Europea. Y este escenario no disuade a casi nadie. Lo que creo que se ignora "desde fuera" es que la mayor parte de los catalanes están dispuestos a tirar adelante contra viento y marea.
En este juego de póquer entre Gobierno y Govern, el equipo de Rajoy espera pacientemente que se desmonte el castillo de naipes cuando lleguen las primeras malas noticias. Ignoran que el porcentaje de catalanes que están dispuestos a pagar el peaje es inmenso. Tal vez por su práctica en este hábito.
8. El plan B es imposible. La presión de las otras comunidades, la ausencia de un pacto de estado, el rédito electoral del anti-catalanismo y el coste electoral del pro-catalanismo hacen inviable la única solución posible, una respuesta Cameron. No habrá una tercera vía porque el coste electoral de un gesto no compensa la probabilidad de una secesión según los (creo) equivocados cálculos de Madrid. "No hagamos nada porque al final no pasará nada".
9. España es una marca quemada. Es la Power Balance, el Windows, el Monsanto, el Lehman Brothers, el dentista que recomienda chicle con azúcar, el relaxing café con leche y el "Ma-to" de Belén Esteban. España no seduce a los españoles, no es una marca paraguas de futuros y de iniciativas. Y no hay un proyecto alternativo de España al que aferrarse, y ya es vista más como un lastre que como una ilusión.
10. Soy muy malo haciendo predicciones. Y casi siempre me equivoco. Pero no veo el más mínimo síntoma de alteración de una crónica anunciada: Consulta prohibida - elecciones plebiscitarias - contundente victoria de la coalición del sí - proclamación unilateral de la independencia. Y sí, el Estado activará el 155 e inhabilitará al President. Pero la presión internacional y la presión popular harán insostenible ese escenario. Y mientras el tren se acerca, el Gobierno mira confiado en medio de la vía, con los ojos como platos y una digestión rumiante.
Llegados a este punto, tal vez lo más sensato es asumir el proceso y empezar a gestionar la secesión y el país resultante, y las necesarias relaciones entre los dos nuevos estados. Tanto España como Cataluña tendrán entonces mucho trabajo: Decidir qué clase de futuro quieren construir, conjuntamente y por separado.
Font: De bat a bat
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